Descripción
A través de un velo de atmósfera enrarecida y suelos pulidos por el paso de siglos innombrables, se alza una construcción imposible, una forma ciclópea que parece haber sido esculpida no por manos, sino por una voluntad ajena a toda lógica humana. Los cristales, como garras congeladas del tiempo, brotan del suelo marciano —si es que esto aún puede llamarse suelo—, apuntando hacia un cielo que no conoce misericordia ni movimiento.
Y allí, en el centro, se erige la figura. No es estatua, ni ídolo, ni ruina: es algo más. Un vestigio pétreo de una entidad que pudo haber nacido antes del tiempo mismo, cuya mirada —si alguna vez tuvo ojos— aún pesa sobre este mundo olvidado. Su forma evoca vagamente un rostro, pero las proporciones son erróneas, deliberadamente erróneas, como diseñadas por una mente que ha contemplado el caos primordial y ha intentado imitarlo.
No hay signos de vida, ni aire, ni sonido. Y sin embargo, uno siente que algo aguarda. Que bajo las capas minerales y tras esos cristales angulosos, hay conciencia. No dormida. No muerta. Solo… detenida. Como si el universo mismo la hubiera sellado aquí, no por compasión, sino por miedo.
Un viajero, de hallar este lugar, no encontraría respuestas. Solo vislumbres. Solo ecos. Y en esos ecos, el horror de comprender que este santuario no fue hecho para dioses… sino por ellos.
(tamaño de 50 X 70 cm)




Valoraciones
No hay valoraciones aún.